jueves, 20 de septiembre de 2012

Iv*


(En una parte del universo)

la gente vivía a su usanza antigua en sierras, campos, montes, y en pueblos que cada uno montaba cinco o seis casas, reducidos ya por nuestra industria a poblaciones grandes, y de rústicos vueltos ya en políticos (algunos calculan que la respuesta dada por los habitantes de esos pueblos a la pregunta sobre sus negocios y qué haceres explica supuestos apuros y los éxitos1). Además había cierto vértigo en el extenso valle del río Corona de plumas que  constaba de cuatro ciudades, las tres asolaron los abanderados. Sin embargo suben y bajan por el río caudaloso y ancho, barcas bien grandes al trajín de frutos de la tierra : azúcar, miel, vino, cera, carretas, y la yerba que llaman de Corona de Plumas.

Vecinos menos de 400 tiene ahora la unica ciudad del país, y es común voz que para un hombre hay diez mujeres; no tiene minas de plata ni oro, no corre dinero alguno. El comprar y vender es por mutación de cosas por otras. Con todo eso hay un género inventado de pesos huecos, que así llaman comúnmente a los pesos que avalúan las cosas : y así por un patacón de ocho reales de plata, dan tres pesos huecos en frutos de la tierra, la cual es muy fértil. Dióse el trigo muy bien, pero sólo cogían el necesario para algún regalo o para hostias, pues tienen como muy grande la harina que llaman de mandioca y unas tortas que de ella se hacen. También mucho maíz de que también hacen unas tortas que frescas son comestibles. Habas, que llaman frisoles hay muchas y de varias especies, hay frutas particulares de la tierra y algunas son de estima; hácense varias conservas y en mucha cantidad, cógese mucho vino y muy bueno, y todo esto se saca a través de la ciudad, cuyo precio es ropa que llevan los mercantes. En la ciudad la principal moneda que como plata corre es la yerba de Corona de plumas. Hay oficiales de todos los oficios mecánicos y los usan, pero ninguno se tiene por oficial, por haberlo aprendido cada uno para usarlo en su casa, y aunque el zapatero haga zapatos públicamente, no quiere que le tengan por zapatero, alegando que con su ingenio alcanzó aquel oficio, queriendo con esta metafísica ocurrir por una parte a su necesidad, y por otra conservar la nobleza que heredaron de sus antepasados, que toda fué gente noble.

Las abejas silvestres nunca se han dejado domesticar y se crían muy bien por los montes.
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1- La respuesta fue : "cuidamos nuestros vitales y celestes aires". Ver "El Misterio de lo sobrenatural en la conciencia humana" de Cayetano D'Tèmberlay.

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